GÉNERO: Acción
DESARROLLADORA: Volition
DISTRIBUIDORA: THQ
VERSIONES: PC, PS3, Xbox 360
FECHA DE LANZAMIENTO: 06.06.2011
VERSIÓN ANALIZADA: PC
CON SABOR A DESPEDIDA
Corría el año 2001. En aquellos tiempos la sombra de Half-Life era muy alargada, todos los arcades en primera persona se comparaban con la obra maestra de Valve, y Red Faction, sin ser el no va más, consiguió mantener el tipo. Fue la primera piedra de una saga que prometía grandes cosas, y que a lo largo de los años se ha reinventado una y otra vez tocando diversos géneros, desde un fps típico en sus inicios, pasando por un sandbox, y terminando con un juego de acción en tercera persona. El esfuerzo por adaptarse a los tiempos ha sido encomiable pero insuficiente, ya que las discretas ventas de esta última entrega han acabado definitivamente con la saga . Pero ¿tan malo es este Red Faction: Armageddon? Ni mucho menos.
Al igual que ocurre con el resto de la saga, la historia de Armageddon tiene lugar en el planeta rojo, esta ocasión 50 años después de los hechos vividos en su predecesor, Red Faction: Guerrilla. Controlamos las acciones de Darius Mason, un cabeza de turco que se ve involucrado en la destrucción del terraformador, un artefacto capaz de dotar a Marte de una atmósfera respirable. La humanidad consigue sobrevivir, a duras penas, en el subsuelo del planeta, mientras que Darius se ha convertido en persona “non grata”. Pero aquí no acaban sus desgracias. Una misión aparentemente rutinaria, libera una raza alienígena que amenaza con destruir el inestable asentamiento humano, así que nos toca limpiar las grutas, y ya de paso nuestro maltrecho nombre.
Nos encontramos ante un arcade en tercera persona cuya mecánica jugable imita, sin tapujos, a Dead Space. No hay un sistema de coberturas como tal, ni un botón mágico que nos aproxime a la pared más cercana, hay que ir a “pecho descubierto” disparando primero y preguntado después. Casi la totalidad de la aventura se desarrolla en escenarios interiores, normalmente cuevas y emplazamientos humanos destruidos por la raza alienígena. Las misiones sufren del síndrome “chico de los recados” tan típico en el género, ya sabéis, nos toca hacer de todo a gusto del consumidor: activar puestos de energía, liberar contingentes humanos, o restablecer el suministro de agua. Para no caer en la repetición, el juego está salpicado de unas pocas secuencias on rails, así como la posibilidad de subirnos a robots y naves con las que dar rienda suelta a un poder destructivo sin igual. Todo bajo un trasfondo argumental de traiciones, amigos que confían en nosotros, y cómo no, la chica que dará la cara por nuestra inocencia.
Y es que a nivel jugable todo suena muy típico, salvo por un detalle marca de la casa: la destructibilidad de los escenarios. Gran parte del atractivo del juego, por no decir su totalidad, reside en la extraordinaria capacidad de destrucción de la que hace gala su motor gráfico. Es una auténtica delicia ver cómo cualquier estructura, desde un simple bidón hasta un edificio de varios metros de envergadura, puede quedar convertido en escombros en pocos segundos. Este aspecto cobra especial relevancia a la hora de enfrentarnos a enemigos, pudiendo establecer diferentes estrategias como derribar parte de los escenarios sobre ellos, e incluso destruir el suelo que pisan. Además, Darius cuenta con un nutrido arsenal de armas y habilidades, que pueden ser mejoradas en los puestos destinados a tal efecto; así como la nanoforja, un aparato cuyas posibilidades van desde la simple reparación de estructuras, hasta crear poderosas barreras protectoras, o estampidas de energía.
Técnicamente es un juego potente, y al mismo tiempo, desaprovechado por un diseño un tanto discutible. El motor gráfico bautizado como GeoMod 2.0, se luce a la hora de ofrecer elementos destructibles, pero ni la elaboración de personajes ni de escenarios están al mismo nivel. Los primeros son bastante sencillotes, sobre todo si nos atenemos al descuidado aspecto que lucen los alienígenas; y los segundos hacen gala de un diseño un tanto soso y son muy parcos en detalles. Muchas veces tenemos la sensación de ir por los mismos sitios una y otra vez, y es que apenas hay diferenciación de entornos, casi siempre vagamos por cuevas salpicadas de asentamientos puntuales, y muy poquito más. A nivel sonoro se limita a cumplir, no hay melodías para el recuerdo ni efectos sonoros deslumbrantes, eso sí, hacen bien su cometido. Por su parte los diálogos no están doblados, pero sí subtitulados al castellano.
A pesar de las buenas intenciones, el juego termina haciéndose repetitivo. Una vez pasada la emoción inicial de machacar los escenarios, un alto porcentaje de la acción resulta muy previsible. Los enemigos no muestran rutinas especialmente complejas, y al final las secuencias de acción se vuelven descafeinadas. La campaña en solitario dura unas 8-10 horas, y creedme si os digo que se me ha hecho un poco larga. A ello contribuyen definitivamente algunas misiones, claramente de relleno y alargadas innecesariamente, que aportan poco, por no decir nada, a la historia. Aparte de la campaña principal, el juego cuenta con un modo online cooperativo, en el cual nos enfrentaremos a sucesivas olas de enemigos en compañía de otros tres jugadores humanos. Es básicamente un modo Horda bastante disfrutable, si es que tienes la fortuna de encontrar a alguien disponible, porque las partidas suelen estar vacías. Y por último el modo Ruina, cuyo mecanismo es tan sencillo como conseguir el mayor número de puntos destruyendo todo lo que hay en el escenario.
Haciendo un breve repaso a la saga, es justo reconocer que cuenta con buenos títulos en su haber. Sin embargo, sigo echando en falta este título emblemático y rompedor capaz de codearse con los mejores del mercado, ese juego que despunte y que se convierta en un imprescindible. Y vista la saturación de videojuegos que vivimos, queda claro que una saga formada por “buenos juegos” no resulta suficiente para perdurar en el tiempo. No obstante, y a pesar de sus puntos flacos, la despedida de saga bien merece una oportunidad. No vais a encontraros con la sorpresa del año, pero sí con un producto interesante, y muy recomendable si estás harto de esos escenarios bonitos pero indestructibles que pueblan el resto de juegos.
LO MEJOR
La destructibilidad de los escenarios es brutal.
Las habilidades de la nanoforja dan mucho juego.
LO PEOR
Artísticamente los escenarios son muy sosos.
Algunas misiones se alargan sin sentido.
Los enfrentamientos terminan siendo algo repetitivos.