GÉNERO: Exploración
DESARROLLADORA: That Game Company
DISTRIBUIDORA: Sony Interactive Entertainment
VERSIONES: PS3, PS4
FECHA DE LANZAMIENTO: 14.03.2012
VERSIÓN ANALIZADA: PS4
UN VIAJE ÚNICO
Me encontraba escéptico ante las reacciones de muchos jugadores respecto a Journey. Había leído de todo, desde que es una experiencia casi mágica, hasta de sensaciones nunca antes vividas en un videojuego. Desde luego mis emociones no han ido tan lejos -debo ser un tipo insulsamente frío-, pero sí que puedo llegar a valorar los aspectos que hacen de Journey una experiencia diferente y en cierto sentido, cautivadora. Como su propio nombre indica, Journey nos habla de un viaje sin más, una visita a un mundo enigmático en el que no existe un trasfondo ni una historia que te ponga en antecedentes. Solo hay dos cosas claras: una enorme montaña a lo lejos de la que emana un potente rayo de luz, y un frágil personajillo al que has de guiar por un vasto escenario hasta alcanzar su destino.
La andadura comienza por un desierto cuyas dunas cubren los restos de lo que se supone, era una antigua civilización, pero este inicio es solo la punta de un pequeño iceberg de lo que te espera más adelante. Pronto te das cuenta que tu personaje puede recoger una especie de orbes que le permiten saltar y volar durante unos breves instantes. Cuantos más cojas, si es que te da por ello, podrás mantenerte en el aire durante más tiempo; y si no, tampoco hay que agobiarse ya que el juego está concebido para que puedas llegar al fin del viaje sin necesidad de «mejorar» nada. No hay botón de correr, simplemente te limitas a trotar y cuando la situación lo requiere te deslizas sobre la arena como si de un surfista se tratase, o te tambaleas contra los efectos de un viento desgarrador. De vez en cuando el acceso a ciertas estructuras plantean pequeños puzles de muy fácil resolución, y no solo eso, también puedes reactivar algunos monolitos que desvelan una especie de jeroglíficos sobre el camino que te espera a continuación. No es una información relevante que tengas que memorizar de cara al viaje, pero sirven a modo de ambientación, más que nada.
Como puedes ver, Journey no va de elaboradas mecánicas jugables ni de ser especialmente habilidoso con el pad. Todo se desarrolla de manera muy orgánica, casi relajante, sin ningún tipo de indicador en pantalla que haga las veces de interfaz ni de flechas que marquen el camino hacia un supuesto checkpoint, basta con guiar a tu personaje por un mundo inhóspito, inhabitado, pero bello al mismo tiempo. Esa sensación de soledad cambia en cuanto te cruzas con alguien, otro jugador Online con el que te puedes comunicar de manera muy rudimentaria mediante sonidos y exclamaciones. Limitado, pensaréis, pero en la práctica resulta más que suficiente para llamarle la atención o hacerle saber que lo está haciendo bien. Y poco a poco ese parsimonioso viaje hacia la montaña se va convirtiendo en una experiencia audiovisual de primer nivel en la que te sientes abrumado por un envoltorio realmente especial.
That Game Company ha sabido imprimir a su juego una personalidad tremenda, en la que el diseño artístico juega un papel fundamental en la experiencia global. Sin necesidad de grandes alardes técnicos, Journey se las apaña para mostrar unos escenarios grandes y variados con un encanto especial, apoyados siempre de una iluminación igualmente inspirada, y unas animaciones que resultan un auténtico placer para la vista. Todo fluye de un modo que pocos juegos son capaces de conseguir, pero esta sensación no estaría completa si no fuese por la excelente banda sonora que acompaña el viaje. Journey merece ser escuchado en unos altavoces decentes y a un buen volumen, porque ese binomio de gráficos preciosistas y temas musicales excelentes, le convierten definitivamente en un juego con identidad propia. Tanto es así que Journey sería una experiencia mucho más vulgar si dicho envoltorio no fuese tan mágico.
Desgraciadamente todas estas buenas sensaciones terminan más pronto que tarde. Puedes dar los rodeos que quieras y entretenerte admirando la belleza de algunos paisajes, pero por mucho que intentes alargar la experiencia, el viaje llega a su fin en un par de horas a lo sumo. Me gusta valorar los juegos por su calidad, por las sensaciones que transmiten cuando los estás jugando y no tanto por lo que duran, y sin bien Journey me ha dejado un buen sabor de boca, tampoco se puede obviar su escasa duración. Y da cierta rabia porque la experiencia como tal merece mucho la pena, pero hay que reconocerlo, es corta, muy corta. Además, no es de esos juegos en los que las mecánicas se agotan con el tiempo, todo lo contrario, tal como está planteado, Journey podría durar perfectamente el doble sin perder todo ese encanto del que estoy hablando. Aun con este pero, Journey sigue siendo un producto especial, un «rara avis» en la industria que se atreve a ofrecer algo diferente, y solo por ello merece la pena que le des una oportunidad.
LO MEJOR
Audiovisualmente cautivador.
LO PEOR
Duración muy escasa.
6/10
Pingback: ANÁLISIS – Virginia | La Abadía del Juego
Pingback: ANÁLISIS – RIME | La Abadía del Juego